La historia de Mercedes Reyes es la historia de miles de mujeres inmigrantes que han llegado a los Estados Unidos huyendo de las injusticias de la guerra y que han encontrado en el trabajo del hogar un camino para salir adelante.
Mercedes empezó su vida como trabajadora del hogar a los 11 años en El Salvador. En 1988, la violencia de la Guerra Civil Salvadoreña la obligó a emigrar a Estados Unidos.
“[Mis hijos] estaban pequeños, yo los metía debajo de una mesa grande cuando había una balacera o debajo de las camas”, dice Mercedes, hoy de 84 años, recordando el trauma de la guerra.
Una vida de abusos y explotación
En Filadelfia, Mercedes encontró empleo como trabajadora del hogar, donde desde el principio enfrentó los abusos laborales, al igual que muchas mujeres inmigrantes. Durante los 14 años que vivió en la casa de sus empleadores, cuidando de sus hijos y realizando todas las labores del hogar solo ganaba $2 por hora.
Después de trabajar durante tres años, Mercedes cuenta que su empleador le ofreció una opción: un aumento de $20 adicionales por semana o dos días libres. Mercedes eligió los días libres, pero tuvo que buscar otro empleo para compensar su salario.
Cuenta también que sufrió una caída en el trabajo que la llevó al hospital durante 11 días, sin recibir apoyo alguno de sus jefes. “Lloraba del dolor y no me permitían ir al doctor, hasta que mi hija insistió en que [me llevaran con ella] y me ingresaron al hospital”, le contó a La Alianza.
Tras las consecuencias de la caída, y la ventaja de haber adquirido un estatus legal, Mercedes dice que comenzó a exigir mejores condiciones laborales. Sin embargo, después de varios intentos y promesas incumplidas, finalmente decidió dejar el empleo.
“Allí sí sufrí mucho”, dice. Al preguntarle sobre las razones por las que permaneció tanto tiempo en este empleo, dice que el temor a no saber inglés fue uno de los mayores obstáculos.
Mercedes tuvo que pasar por varios empleos, algunos con mejores salarios, pero que aún perpetuaban los abusos que había sufrido anteriormente. A pesar de todo, destaca que el final de su carrera estuvo marcado por buenos empleadores, que valoraban su trabajo y donde recibía un reconocimiento económico adecuado.
De la adversidad al liderazgo
A pesar de los desafíos, Mercedes hizo de su experiencia una oportunidad para convertirse en una líder en la lucha por los derechos laborales de las trabajadoras del hogar. Desde entonces se ha dedicado a hablar con docenas de funcionarios electos y con la prensa. Su testimonio desempeñó un papel decisivo en la victoria de la Carta de Derechos de las Trabajadoras del Hogar en Filadelfia.
“[A] muchas personas les está pasando lo que a mí me pasó con la discriminación…Hay muchas más, amigas que yo tengo que no tienen papeles y son bien discriminadas”, dijo. “Yo no quería que sufrieran por lo que yo pasé”.
Mercedes ha seguido trabajando por la mejora de protecciones para garantizar que la Carta de Derechos se haga realidad. En su casa se organizan sesiones de capacitación sobre derechos laborales y se entregan ayudas a otras trabajadoras.
“Mercedes encarna el espíritu y la fuerza de nuestro movimiento. Su determinación, defensa y valentía han allanado el camino para las futuras generaciones de trabajadoras del hogar”, dijo Nicole Kligerman, Directora del capítulo de Pensilvania de La Alianza Nacional de Trabajadoras del hogar.
Un reconocimiento a su legado
En un emotivo homenaje y rodeada por su familia, Mercedes fue honrada con una resolución unánime del Ayuntamiento de Filadelfia en reconocimiento a su jubilación después de 73 años como trabajadora del hogar y su liderazgo por los derechos de otras trabajadoras como ella.

Foto de La Alianza Nacional de Trabajadoras de Hogar
La resolución presentada por la concejal Kendra Brooks quien es además un ex niñera, resalta que su “energía inspiradora e insistencia en crear un espacio de seguridad, dignidad, justicia y apoyo para las trabajadoras del hogar en Filadelfia ha protegido y enriquecido las vidas de personas en todo el país”.
“No tengan miedo”, aconseja Mercedes a otras trabajadoras del hogar. “Nosotros hacemos un trabajo honesto, eso de limpiar baños, de limpiar un suelo, de limpiar una cocina, es un trabajo honesto, así que no tengan miedo, hay que hablar de sus derechos”.