Hace 44 años, cuando llegó a la Ciudad de México para buscar trabajo, Marcelina Bautista no sabía que la iban a llamar heroína. Tampoco sabía que se convertiría en la líder de las trabajadoras del hogar en uno de los países más desiguales del mundo, y que gracias a ella a estas mujeres se les reconocerían los mismos derechos que a otros trabajadores.

Aunque soñaba con ser abogada, sus padres que tenían otros 12 hijos, no podían pagarle los estudios, entonces a los 14 años se fue a la Ciudad de México y comenzó a trabajar cuidando niños y haciendo limpieza.

No tardó en darse cuenta de que ese trabajo tenía un alto precio: muchas horas, salarios bajos y falta de respeto por parte de los empleadores. 

La madre de los niños la golpeaba porque no sabía usar una lavadora, y le pagaba menos del salario mínimo, contó en una ocasión.

En la parroquia, conoció a otras trabajadoras que vivían situaciones similares. “Las familias con las que trabajábamos nos decían que éramos parte de su familia, pero pocas veces nos daban lo que necesitábamos como personas. Eso me ayudó a abrirme camino”.

Fue así como discretamente empezó a organizar trabajadoras del hogar como ella en un parque. Junto a otras cinco trabajadoras, se capacitó durante tres años en derecho laboral y después de ganar una beca de la Fundación MacArthur, lograron establecer el Centro de Apoyo y Capacitación para Empleadas del Hogar (CACEH) en el 2000.

Esta fue la primera asociación civil dedicada a defender los derechos de las trabajadoras del hogar, que eventualmente se convirtió en el primer sindicato de trabajadoras del hogar de México, donde según datos recientes hay 2.3 millones de personas dedicadas a este oficio.

De “muchacha” a trabajadora

Una de las primeras demandas del grupo fue reconocimiento: No querían que se les llamara “la muchacha”, “doméstica”, “la señora que me ayuda” o “la servidumbre”, querían ser llamadas trabajadoras.

Aunque parecía una petición simple, un cambio en el lenguaje sugería también un cambio en las leyes. Implicaba que a las trabajadoras del hogar se les reconociera como empleadas formales, con protecciones en las leyes laborales federales y contratos que establezcan salarios justos, horarios de trabajo y vacaciones pagadas.

Marcelina lidera el movimiento que ha conquistado muchos de esos derechos. Su trabajo condujo a la adopción del Convenio 189 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), que establece estándares para los derechos de las trabajadoras del hogar a nivel mundial. 

Consiguieron además en el 2019 una reforma a la Ley Federal del Trabajo que les garantiza los mismos derechos que a otros trabajadores. Gracias a esta reforma tienen derecho a una jornada laboral de ocho horas (antes la legislación permitía que trabajaran hasta 12 horas), a un contrato por escrito, vacaciones, aguinaldo y otras prestaciones. 

En el 2022 lograron quizá lo impensable: Se declaró obligatorio para los empleadores afiliar a las trabajadoras del hogar al seguro social, lo que les permite acceder a un seguro por enfermedad, maternidad, invalidez, además de pensión por retiro y cesantías por edad avanzada, entre otras prestaciones. Al menos a eso tienen derecho en el papel.

En varias oportunidades Marcelina ha recalcado que a pesar de que el avance en la lucha por sus derechos ha sido significativo, el reto es la implementación de las leyes, asegurando que la gran mayoría de las trabajadoras no tienen seguridad social, ni un contrato escrito y no reciben un salario justo.

“Las despiden porque piden contratos, porque quieren ganar más. Muchas se aguantan para mantener su trabajo, aunque sea en malas condiciones”, dijo en entrevista con El País “Muy pocas se animan a reclamar y normalmente no se logra”.

En el 2021 CACEH fundó la primera cooperativa para el desarrollo profesional de las personas trabajadoras del hogar para capacitar a esta fuerza laboral y continuar abogando por sus derechos.

“Los derechos no se piden, se conquistan”

Marcelina fue nombrada una de las mujeres más inspiradoras e influyentes en todo el mundo por la BBC y una de las 100 mujeres líderes más poderosas de México por la revista Forbes, entre muchos otros reconocimientos.

Su lucha por la dignificación del trabajo en el hogar se ha extendido a Latinoamérica, donde ha ejercido roles en distintas organizaciones que luchan por los derechos de las trabajadoras del hogar en esa región.“El trabajo del hogar está muy lejos de ser un trabajo decente como lo plantea la OIT” dice en un libro que se publicó recientemente sobre su lucha. “No dejemos de alzar la voz nunca. Jamás olvidemos que los derechos no se piden, ni se conceden, se conquistan”.