Manuela cruzó la frontera entre México y Estados Unidos hace 17 años, dejando atrás su familia, sus costumbres y tradiciones en una comunidad indigena en Oaxaca, México.

“En mi país viví con violencia, mis padres se peleaban mucho, sufríamos de maltrato y queríamos huir. Yo me vine huyendo de la pobreza, fue algo muy difícil para mí”, dice Manuela.

Al igual que Manuela, Anastacia Cruz se separó de sus seres queridos hace 20 años para migrar a Estados Unidos en busca de un mejor futuro.

“Ha sido muy difícil para mí estar aquí, no tener a mi familia y salir adelante con mi hijo…He perdido a mis familiares, perdí a mi padre, no pude volver, acabo de perder a mi suegra”. 

Sus historias hacen parte de Santas Almas, una obra de teatro que retrata la vida de estas mujeres inmigrantes.

La obra es interpretada por seis trabajadoras del hogar, miembros de la Alianza de Mujeres Activas y Solidarias, ALMAS, uno de los programas del Centro de Jornaleros de Graton y realizada con el apoyo del Colectivo Raíces.

El programa está compuesto principalmente por mujeres inmigrantes e indígenas trabajadoras del hogar y la agricultura en el condado de Sonoma en California.

“El propósito principal es facilitar el empoderamiento de nuestros miembros, y el arte y la cultura [son] una excelente manera para que las mujeres se empoderen más y alcen sus voces”, dijo a La Alianza Renee Saucedo, directora de ALMAS.

Aviso: El Centro de Jornaleros de Graton es un afiliado de La Alianza Nacional de Trabajadoras del Hogar, la organización socia de La Alianza.

La historia de sus propias vidas

 

En la obra estas mujeres recuentan su propio pasó por la frontera para llegar a Estados Unidos. Foto cortesía ALMAS

La obra escrita por Jackie Katz, profesora de teatro político de San Francisco se divide en tres partes en la que estas mujeres recuentan su propio pasó por la frontera para llegar a Estados Unidos.

En la pieza teatral además protestan contra la falta de protecciones laborales y al final imaginan un futuro en el que gracias a una reforma migratoria pueden de nuevo reunirse con sus seres queridos.

“Dijimos por qué no representar nuestras vidas y hacer saber a la comunidad que nuestro trabajo aquí en este país es esencial y que tenemos muchas cosas que decir y no nos podemos expresar muchas de las veces”, dijo Gabriela, una de las integrantes de ALMAS.

El proyecto que inició hace más de un año, debutó en Santa Rosa, California en marzo en conmemoración del Día Internacional del Trabajo.

Arte para sanar

Como parte del proceso de creación de la obra, las trabajadoras compartieron sus vivencias como inmigrantes y trabajadoras del hogar. Narrar sus propias vidas, dicen, fue un proceso de catarsis.

“Escuchar todas esas historias fue un momento de sanación para cada una de nosotras”, dice Gabriela. “Muchas de las veces vemos a todas con una sonrisa…pero no nos damos cuenta de lo que traen en su corazón…lo que sufrieron para llegar y tener un mejor futuro en este país”.

Las trabajadoras aseguran que narrar sus propias experiencias hace parte de un proceso de sanación. Foto cortesía ALMAS

Todas coinciden en que el desarraigo de sus familias y sus tradiciones y el anhelo del reencuentro son su motor creativo.

“Yo creo que si tuviéramos la oportunidad de hacer una grabación o un disco, un libro donde pudiéramos plasmar todo ese sufrimiento y todo ese dolor que hay dentro de cada mujer inmigrante, no alcanzarían el papel, ni la tinta para escribir tanto”. 

“Que se escuche nuestra voz”

A través de Santas Almas, estás mujeres dicen que quieren dejar de ser invisibles, que se les reconozca como a cualquier otro trabajador con derechos y que sean tratadas con justicia.

“Queremos que pasen las leyes, que haya más beneficios para los trabajadores. Nuestro sueño es que haya una reforma migratoria para que podamos estar bien”, dice Manuela. 

Santas Almas es además un llamado de estas trabajadoras a que se pase una reforma migratoria. Foto cortesía ALMAS

“Nosotros venimos a trabajar y salir adelante y como dijimos en la obra de teatro, no hemos cometido errores, respetamos las leyes y así que también es lo único que pedimos, respeto”.

Para Socorro la mayor recompensa es el reconocimiento de sus propios hijos.

“Ver a esos dos niños ahí en el público, enfrente, era imposible retener las ganas de llorar”, cuenta la trabajadora. “Mi hijo me dijo, yo me siento orgulloso de ti, sé que eres una mujer muy fuerte, te admiro por lo que haces”.