Bronx, NY— La trabajadora de cuidado directo, o una persona que trabaja cuidando a personas mayores o con alguna discapacidad, en Estados Unidos es una mujer, sobre todo una mujer migrada. Vive por debajo del umbral de la pobreza, y se esfuerza con creces, cada mes, para cubrir sus gastos mínimos diarios. A pesar de sus habilidades y conocimientos, tiene limitadas sus avances profesionales, y es probable que tampoco tenga acceso a servicios de salud adecuados. Su estado migratorio afecta su libertad de movimiento, y aunque se le considera una trabajadora esencial, carece de protecciones básicas laborales.

Así lo concluye un estudio publicado esta semana por la organización sin fines de lucro Instituto Paraprofesional de Salud (PHI, siglas en inglés) que arroja luz sobre las trabajadoras del cuidado y las carencias en la calidad de este tipo de trabajo. 

Para combatir la desigualdades a las que se enfrentan las trabajadoras del cuidado, el reporte indica recomendaciones para mejorar estos trabajos durante los próximos años que, si se implementan, afectarían a millones de mujeres, sobre todo mujeres de color. 

¿Qué se necesita para mejorar el trabajo del cuidado?

Los autores del estudio enfatizan que se necesitan tanto políticas como inversiones económicas para transformar el sector del trabajo de atención directa. Apuntan a otras medidas que también podrían ayudar a mejorar la condición de trabajo de las cuidadoras. 

  1. Capacitación de calidad para que todas las trabajadoras del cuidado puedan aprender y adquirir las habilidades y conocimiento necesario para ser exitosas en su trabajo.
  1. Salarios justos para que las trabajadoras puedan tener estabilidad económica, proveer a sus familias, incluyendo aumentos de salario. 

Una investigación publicada esta semana por PHI demuestra que las trabajadoras de cuidado de atención directa ganan de media ahora (y desde hace 10 años) unos $12.80 la hora. Este salario es menor que el salario medio para otras ocupaciones con requisitos de nivel de entrada similares, como conserjes, vendedores minoristas y representantes de servicio al cliente.

Los salarios de los trabajos del cuidado, concluye el estudio, tiene como consecuencia altas tasas de pobreza entre este sector, lo cual obliga a muchas trabajadoras a buscar trabajos en otros sectores, y podría explicar la dificultad que tienen muchos empleadores en contratar y retener a estas trabajadoras esenciales. 

  1. Seguridad en el trabajo para que las trabajadoras puedan trabajar con confianza y conocimiento. 
  1. Respeto y reconocimiento del trabajo del cuidado, con énfasis en su desarrollo profesional. 
  1. Conocer mejor a las trabajadoras del cuidado y sus necesidades

Otra de las medidas que propone PHI es poner esfuerzo en conseguir más estudios y un mejor sistema de recolección de datos. La organización recomienda que los estados por todo el país mejoren sus sistemas de recolección y recopilación de datos de las trabajadoras de atención directa para que puedan rastrear, medir y evaluar sus perfiles y necesidades para así poder conocer mejor qué recursos ofrecer. 

  1. Garantizar días de enfermedad pagadas y beneficios

Las trabajadoras del cuidado están al frente cuidando de las personas mayores y con dependencias. En 2019, los trabajos del cuidado incluyeron: 2.4 millones de trabajadoras de atención domiciliaria, 735,000 asistentes de atención residencial y 566,000 asistentes de enfermería en hogares de ancianos. 

Son millones de personas las que trabajan en el sector y, según PHI, las políticas de cada estado deberían promover leyes que garanticen días de enfermedad pagadas, beneficios de salud y cuidado de niños asequible para estas trabajadoras para mejorar la calidad de trabajo y retención de las trabajadoras.

Los efectos de la pandemia COVID-10 

Según el reporte, a partir de la semana de septiembre 20, 2020, alrededor de 377,100 residentes de hogares de ancianos han contraído COVID-19 y 57.000 han muerto a causa del virus. En un trabajo en el que el distanciamiento social o el trabajo en remoto son difíciles o imposibles de llevar a cabo, alrededor de 318,100 empleadas de hogares de ancianos han sido diagnosticadas con COVID-19 y aproximadamente 900 han muerto.

“COVID-19 ha obligado a observar más de cerca a estas trabajadoras y a toda la industria, y estos datos brindan información valiosa para informar este momento y más allá”, dijo Stephen Campbell, analista de políticas y datos de PHI.

Durante la pandemia, añade el reporte, muchas trabajadoras del cuidado se han visto obligadas a tener que elegir entre ir a trabajar (y cobrar su salario) o quedarse en casa, sin salario. Ir a trabajar ha supuesto arriesgarse a exponerse al virus, algo que sin una red de apoyo o protecciones laborales como días de enfermedad pagadas podría suponer consecuencias graves para ellas y sus familias. Si deciden quedarse en casa y no trabajar, las consecuencias han sido no poder pagar los gastos de renta, alimentación o luz. 

“Es hora de garantizar que las trabajadoras de atención directa obtengan buenos trabajos que reflejen con precisión su enorme valor y la creciente demanda de sus servicios”, añadió Robert Espinoza, vicepresidente de política de PHI.